martes, 16 de mayo de 2017

Mon Buluch Laj: los demonios también ofrendan

Mon Buluch Laj (4 de 6): Los demonios ofrendan, bailan y se conmueven.


Esta escena del vaso 9 pintado por Mon Buluch Laj, como las otras dos escenas de wahis en el mismo vaso, relatan las visiones de Yajawte Kihnich, posiblemente vistas en sueños o alucinaciones inducidas. 

En la esquina superior izquierda, un hombre se acerca, quizá demasiado, a las flamas de un fuego vivo. Los glifos de esta escena se leen: "El Fuego es el Demonio del Señor de la Santa Serpiente". El tocado en su cabeza alude a una luciérnaga, esa que en la noche nos trae una linea tenue de luz y que alude a otras presencias sutiles y fugaces de la noche, como la luna menguante y la muerte misma. En sus muñequeras, el hombre deja rastros de la sangre que está ofrendando y que vía el fuego, pretende convertirse en sacrificio. En esta ofrenda, el fuego adquiere la figura del dios a quien se ofrenda. Y el fuego cumple su función también de calentar el cuerpo, flexionado, de aquel que adora.




En la esquina inferior izquierda hay un Felino en una Jaula de Madera que es un Demonio del Señor de las Hormigas. El felino jaguar se retuerce en los estrechos limites de su jaula, rodeado de ojos y sangre en los barrotes de su jaula. Un sacrificio ocurre. Quizá también una ofrenda en la que participa el felino mas temido de la selva Maya. Dentro de su jaula, el jaguar humanoide cede, posiblemente en resignación a su suerte.

Como en la otras dos escenas, un danzante se muestra apoyado en la punta de sus pies. Esta ves su mirada no es de confrontación. Blanco Tres Perro es el demonio de la Entrada Sagrada. Su tocado es la cabeza de un perro. Sus movimientos buscan imitar su excitación. El hombre de hecho solo es un vehículo que manifiesta el espíritu de otra fuerza espiritual.

Sus pantalones ajustados y peludos, buscan representar la piel del perro y como ellos su cola reposa en el piso. Sus muñecas también sangran por la heridas que su propio cuchillo de obsidiana le ha causado, mientras sostiene en el brazo izquierdo el cuerpo ondulante de una serpiente que forma parte de su sacrificio.

Los tres wahys no se confrontan. Quizá se acompañan cada uno en su manera de ofrecerse a los Dioses, aun cuando cada uno sea un llamado demonio.
O puede ser que los demonios sean otra cara inevitable de la realidad y haya que brindarles el mismo respeto y pleitesia que a sus amos.

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